La Hora Exacta es:

El amor nace de la comunicación??

sábado, 22 de diciembre de 2012

...u otras posibilidades.



Cuando escogí mi asiento en el avión, preferí viajar solo y junto a la ventana. Poco después del despegue, una joven, quizá sólo algunos años menor que yo, me preguntó si podía sentarse en el asiento vacío junto a mí. Yo, en medio de los nervios y la felicidad que me embargaba no me sentí con la fuerza para negarme. Así que la miré, era muy linda por cierto, y le dije que sí con una sonrisa. Después de todo, no podría decirle nada más sin que mis palabras se amontonaran en mi boca, enredándose con mi lengua.
Viajamos en silencio un momento, la película, cada quien la suya, en el respaldo del asiento de enfrente nos mantuvo distraídos durante algún rato, hasta que sirvieron la cena.
"¿No tienen tortillas?", se me ocurrió preguntar, con lo que provoqué la risa de mi compañera de asiento. "Hubieras traído las tuyas si las ibas a extrañar." Me dijo.
Y comenzamos a platicar entre bocados. Sólo cosas rutinarias en las relaciones humanas; nombres, fechas, sitios de interés, gustos y disgustos.
Hasta que llegamos a la parte interesante. "¿A qué vas a Argentina?" Preguntó con ese acento que aprendí a amar a lo largo de casi tres años. Faltaban únicamente tres días para que se cumplieran.
Me hinché de orgullo, cosa que los enamorados no saben cómo hacer. No, ellos viven en una fantasía creada en la mente de los otros, los que aman degeneran esa fantasía y construyen sobre sus ruinas una realidad que es todavía más bizarra. Son de temerse las personas que aman.
"Voy ir a conocer a una de mis mejores amigas", recité como si hubiera ensayado la frase durante mucho tiempo, y la verdad es que así fue. Yo esperaba que todo el mundo me preguntara la razón por la cual iba a ese país tan lejano. Todo el mundo, incluso el muchacho de las tortillas que no me llevé, el don del taxi, el vagabundo tirado en las escaleras del metro, el piloto, las chicas que sirvieron la cena, todos los pasajeros, el que me llamó por errar un número en su marcación, todos, todos.
Me miró con los ojos muy abiertos, ¿Me estás jodiendo? Preguntaba su expresión. "¿Dónde la conociste?" Cuestionó a pesar de que ya sabía la respuesta.
"La conocí con 30 vicios," expliqué y la duda en su rostro se hizo más intensa."Yo escribo y algunas veces ella lee, en esos cuentos la conocí y me dieron ganas de ir a buscarla, darle un beso y decirle lo mucho que la amo."
Creo que se aguantó la risa. "Conozco a muchos que han hecho eso, y no les fue bien. Nada bien."
"Sí, muchos me lo advirtieron, pero no creo... Estoy seguro de que a mí no me pasará eso con ella."
Me equivoqué.
Intercambiamos números y correos, "En caso de que te equivoques." Dijo y yo estuve seguro de que no lo necesitaría. "Yo me quedo en Chile, pero viajaré a Buenos Aires en una semana, si no te has suicidado podríamos quedar en algún lado." Acepté y nos separamos.
Al salir de Ezeiza me enfrenté con decenas de rostros desconocidos, todos expectantes y un poco desesperados. Los comprendí, el camino del avión a esa puerta es eterno, esperar ahí debe ser todavía más terrible.
Pero ninguno de esos rostros me esperaba a mí. Me acerqué a una banca cerca de allí y saqué mi celular, era nuevo y deseaba probar todo lo que había en él. La luz se escurrió sobre la faz de la tierra, haciendo largas las sombras y a la noche alguien llamó mi atención.
"¿Tú eres Heich?", me preguntó y levanté la mirada, un poco adormilado reconocí sus rulos. Me puse de pie de un brinco y me lancé sobre ella con los brazos abiertos. "Sí, soy yo." Exclamé eufórico, su cuerpecito en mis brazos se acoplaba perfectamente, como piezas de rompecabezas. En ese abrazo quise que supiera lo mucho que quería decirle y las pocas palabras existentes en mi léxico para expresarlo.
Me apartó de ella y me miró apenada. "Se me olvidó que llegabas hoy, si mami no me lo hace recordar... ¿Cómo estuvo el viaje?"
Su pregunta me llegó desde muy lejos, como a través de una bruma exótica habitada por criaturas de pesadilla. ¿Se le olvidó? ¿Qué significaba eso?, estuvimos esperando este día todo el año. Lo dejé pasar, estaría ocupada con los exámenes finales del secundario, yo qué sé.
"Bien," le dije, buscando su mano con la mía. "Valió la pena."
"Supongo que querés descansar. Vení vamos a la casa." Dijo y dio la vuelta, mi mano quedó abrazando el aire.
La seguí.
Los días siguientes fueron similares, su atención fue de escasa a nula conmigo. Su hermano parecía fascinado con mi desplante caprichoso de trabajar para conocer a una chica de tan lejos. Cada uno de sus comentarios al respecto hacia girar la corona de espinas que ella le había puesto a mi corazón. ¿De verdad estaba pasando eso? Casi podía escuchar a mamá diciéndome "te lo dije."
"¿Qué pasa?" Le pregunté una mañana que acudí a su lecho. Por las mañanas nos quedábamos solos en su casa, mami trabajaba y su hermano seguía en el cole.
"Pasa que tengo sueño," dijo y se giró hacia el otro lado.
"Es medio día, ¿cómo puedes tener sueño?"
"Déjame, son vacaciones."
"Pero me estoy aburriendo."
"Y hacé algo, pibe, allí tenés la compu, boludea por ahí. Yo quiero dormir."
"No vine a boludear en la compu, yo vine por ti."
No hubo respuesta. Fingió estar dormida y desistí, no tenía nada que hacer en ese lugar. Tomé mis maletas, le dejé sobre el buró la tableta y los regalos que llevaba para ellos, "Dile a tu mami que gracias por alojarme." Le dije y salí para no volver.

Amar es un verbo poderoso y destructivo. Mucho peor que cualquier arma de destrucción masiva creada por el hombre. Ese mes no fue como yo imaginaba, sin embargo, gracias a Aidé no fue tan malo. Me llevó a algunos lugares, me prestó el sofá de su casa y me hizo sentir a gusto durante ese mes terrible.
Creo que con esto explico las pocas ganas que tengo de volver al país del sur, porqué intento llenar mi dolor con juegos y por qué estoy tan a gusto sin ilusión alguna.

Sweet Dreams!!

H.S

No hay comentarios:

Publicar un comentario